Esta noche, tal y como habían pronosticado los sondeos y diversos expertos, la coalición de partidos de centro-derecha liderada por Giorgia Meloni ha ganado de forma abrumadora las elecciones generales italianas, logrando amplias mayorías en ambas cámaras del Parlamento.
A finales de octubre, como exige la Constitución italiana, el Presidente Sergio Mattarella nombrará a Giorgia Meloni como Primera Ministra. Meloni será, a sus 45 años, la primera mujer Primer Ministro de Italia.
Hermanos de Italia, el partido que fundó en 2012 tras una escisión de "Forza Italia" de Silvio Berlusconi, recoge la herencia de los partidos postfascistas.
Durante décadas, los posfascistas fueron una minoría en el Parlamento italiano pero, en 1994, formaron una alianza con la coalición de centro-derecha liderada primero por Silvio Berlusconi y después por Matteo Salvini. Esta alianza se mantuvo congelada entre 2018 y la actualidad, ya que se formaron dos gobiernos (Conte y Draghi) que incluían fuerzas de centro-derecha: La Liga de Salvini en el primer gobierno de Conte y tanto Salvini como Forza Italia de Berlusconi en el gobierno de Draghi. Durante este periodo, los Hermanos de Italia decidieron permanecer en la oposición.
Gracias a la alianza de centro-derecha, una jovencísima Giorgia Meloni se convirtió, entre 2008 y 2011, en ministra de Juventud y Deportes del Gobierno de Berlusconi. Desde ese momento, Meloni no ha desempeñado ningún otro papel en el ejecutivo.
El símbolo de la "llama tricolor" de los Hermanos de Italia, cuya génesis es controvertida y poco clara, es considerado por muchos una representación de la antorcha de la tumba de Benito Mussolini en su pueblo natal, Predappio.
Hermanos de Italia se conforma como uno de los partidos populistas de derecha bien establecidos en Europa: extremadamente defensivo con los inmigrantes, adherente a las doctrinas religiosas tradicionales, en contra de la legalización del cannabis y la eutanasia, en contra de las uniones civiles/matrimonios de parejas homosexuales, crítico con el derecho al aborto, conectado con el movimiento de Steve Bannon, Donald Trump, Orbàn, Le Pen, y con un pasado muy reciente de cercanía a Putin, compartido con los aliados Salvini y Berlusconi.
Siguiendo la estela de lo que ocurre en otros países europeos, Italia también confirma un descenso de la participación electoral hasta los 64%, por debajo de los 73% de las últimas elecciones generales. También se confirma la volatilidad de los votos, que pasan rápidamente de un partido a otro. Hermanos de Italia, de hecho, pasa de 4% en 2018 a 25% en la actualidad.
¿Qué se espera que ocurra ahora?
Anticipando una probable victoria con el consiguiente nombramiento como primer ministro, la campaña de Meloni se ha moderado, atenuando algunos de sus tonos más encendidos y clásicos. En particular, las opiniones soberanistas y las críticas a las instituciones europeas no figuraban entre los temas que surgieron en la campaña electoral de Meloni.
Meloni sabe que se hace cargo de un país con crecientes dificultades económicas, que se adentra en un invierno de fuertes subidas de las tarifas energéticas, los costes de las materias primas y la inflación.
Es poco probable que Meloni pueda cambiar de forma significativa el posicionamiento internacional de Italia, teniendo en cuenta 1) lo mucho que el país necesitará los fondos de la Unión Europea para no verse desbordado por los efectos de la crisis del covid19 y la guerra de Ucrania y 2) que sigue necesitando el apoyo del partido Forza Italia, que parece seguir firmemente anclado a la OTAN y la UE.
Lo que cabe esperar es, como consecuencia del protagonismo de Hermanos de Italia en la coalición de centro-derecha, una actitud más fría del futuro gobierno italiano hacia las instituciones europeas y la OTAN, solicitando probablemente un compromiso con Putin.
Sin embargo, la sensación es que las decisiones cruciales de este momento histórico no se tomarán en Roma, ni en Berlín, París, Madrid o Bruselas, sino en Moscú, Pekín y Washington. En estas tres capitales se determinará si habrá más o menos guerra en los próximos meses y qué tipo de guerra tendremos.
La Unión Europea se revela cada vez más como un conjunto de países cuyas instituciones intergubernamentales representan una acumulación de intereses nacionales y/o partidistas, incapaces de definir una política exterior común, y menos aún un posicionamiento estratégico coherente.
Este estado de cosas, al igual que la escasa relevancia de los países europeos en la política internacional, no puede cambiar a menos que los países europeos den el paso histórico de dejar de utilizar los tratados intergubernamentales para lograr la unidad de su continente, como hicieron desde el final de la Segunda Guerra Mundial en adelante, y construir en su lugar una unión federal con una verdadera constitución federal[1].
Basta con considerar que, en Italia, la coalición de centro-derecha que gobernará el país alcanzó el 44% de los votos, incluyendo los de las fuerzas no soberanistas, debido principalmente a que un tercio de los escaños se asignan mediante un sistema de mayoría simple. El éxito de Giorgia Meloni no significa que la mayoría de los italianos esté en contra de una verdadera federación europea si entienden que ésta 1) superaría los problemas institucionales, la ineficacia y la incapacidad política de la UE, mientras 2) mantendría la autonomía, las tradiciones, las instituciones y las particularidades de cada Estado miembro.
Una fuerte autonomía federal con poderes de decisión sobre un conjunto limitado de intereses comunes y plena autonomía en todas las demás cuestiones, así es exactamente como funcionan las federaciones verdaderamente construidas (Estados Unidos, Canadá, Australia, Suiza, Austria, Alemania y otros).
El futuro político europeo será federal o será de división e irrelevancia. Donde prevalecen la división y la irrelevancia, crecen la decepción y el populismo. En Italia y en otros países.
Este artículo ha sido publicado originalmente en sueco Liberal Debatt el 26 de septiembreth, 2022.